Ésta es la parte de nuestras vidas en la que nos giramos para mirarnos cuando nos despedimos. Sonreímos, de creernos tan cómplices, de todo lo que no hemos hecho juntos, pero queremos.
Ésta es la parte en la que escondes mi dulce favorito para hacerlo más emocionante, y decirme “cierra los ojos, tengo una sorpresa” y yo finja que no tengo ni idea de lo que pueda ser. Aunque lo sé. La sorpresa en realidad, es descubrir a diario que no te cansas de estar a mi lado.
Ésta es la parte en la que nos contamos cosas que ambos ya sabíamos, pero nos dejamos hablar y hablar hasta el final, porque así es esta parte, la parte del pacto del que nadie habla, el pacto de no interrumpir una anécdota, lo que soñaste anoche, una canción, una mirada.
Ésta es la parte de nuestras vidas en la que podemos seguir diciendo que estaríamos mejor solos, pero no nos atrevemos a dar ni un paso atrás para alejarnos. La parte en la que me susurras al oído y yo acorto las distancias. En la que rompemos las reglas que todavía no tenemos y nos saboreamos entre besos y bocados.
Ésta es la parte en la que creemos conocer de memoria lo que nos define a cada uno, lo que nos mueve y motiva. En la que encontramos pedacitos del otro en cualquier lugar, y al volver a confesar “Te vi en esa persona, en esa calle, en esa pared”, resulta que sí, sí nos conocemos, pero nunca del todo. Siempre hay otro gesto, otro dato curioso, otra escena favorita que nos hace pensar “Que no anochezca, que el día nos dure más días y que no tenga que irme a casa desde tu portal”.
Ésta es la parte en la que te ríes de mí y me dices que no juegue contigo, que no diga estas cosas, que de dónde las saco. Y yo finjo que juego, que son sólo letras, que no es para tanto. A final de cuentas no somos mitades, yo puedo vivir sin ti y tú puedes no vivir conmigo. Somos la suma de los enteros, no las mitades que se complementan. A final de cuentas sí, estamos juntos. Del juntos que no se necesita, pero se quiere y eso es suficiente. Del que sólo se es, se tiene. Se abraza fuerte y ya está.
Hay personas, como tú, que traen el cielo en la mirada, que no saben ni pueden ocultarlo.
Y hay idiotas, como yo, que de eso, se enamoran.
/Álvaro
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