domingo, 11 de agosto de 2013

Más suerte.

Siento decirte que todo me sobra hoy, el polvo se acumula, las idioteces crecen, y no tengo ganas de dormir. La otra noche me encontré con su sonrisa en el tren, desde entonces todo ha ido bien. Quizás no sepa cómo, por qué, ni con que pretexto, pero después de cada intento me quedaba hambriento, con ganas de comerte la vida, de aprenderme tus detalles. Pero yo no soy de esos, de llevar una táctica perfecta, planificada al milímetro, soy de quedarme mirando tus ojos hasta que caiga el sol. De los que esperan que venga su boca y me haga callar. Y tu eres de esas, de las que te dejan en silencio, de las que ponen sabores a los besos, de las que duelen según las canciones. Y sí, quizás suenas un poco a mi.  

No me preguntes por el viaje, nunca llegamos a aquella ciudad. Nos quedamos a mitad del camino, solos en un rincón tranquilo. No sabía que yo escribía sobre ella antes de conocerla. Y es que sin darnos cuenta creamos una frontera de palabras no dichas, de palabras sobre ella que deje sin escribir. Y ahora cada mañana te echo de menos desde el primer café, busco tus manos a la hora del telediario, que habla de lo mal que va el mundo, pero no saben lo que es un día sin verte sonreír. 


/Álvaro


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