sábado, 21 de mayo de 2016

Lo que no ves.

Cuando aquella noche te hablé sobre lo mucho que me gusta ver cómo se encendían las farolas, tú trajiste toda la luz de la ciudad a nuestra cama y me la entregaste. Sin importar que se quedaran a oscuras todas las calles, que dejaras viuda a la madrugada. Querías que por tu culpa llegase tarde a trabajar, que fuera domingo a mitad de la semana.
Hay veces que necesitas apagar la luz para darte cuenta de lo que te rodea, para saber que tu corazón late más rápido cuando te tengo cerca. Que sigues igual de guapa, que aquel día me hubiese fugado contigo.
Al día siguiente, las noticias no daban crédito, artículos, prensa, alcaldía y consejeros. Todos buscaban una explicación. Nadie se enteró que fue culpa tuya que aumentaran las ventas de linternas y de velas. Las máquinas se quedaron sin condones, los amantes se encendían en cada esquina. Incluso robaron en el Corte Inglés de la avenida.
Que me faltan horas y me sobran ganas de salir a buscarte. Que soy incapaz de entender mi vida sin ti, que soy capaz de gastarme la vida contigo.
En una noche pusiste la ciudad patas arriba, y entonces pasó. Me di cuenta en ese mismo momento. Como un posdata que dijera ''te echo tanto de menos''. Quería desnudarme en sus pupilas, comer helado en su espalda, fumarme un cigarro en su boca. Quería ser la tarta de todos sus cumpleaños, los orgasmos y un te sienta tan bien ese vestido. Quería aquello, eso y lo otro. Y un poco de allí y otro poco de allá. 



Y a ella. Sobretodo a ella.

/Álvaro

*Los espacios nunca deberían ser blancos.

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