Diciembre.
Hola Diciembre,
Llevo muchos días perdiéndome, me pierdo en el café del desayuno, me miro en el espejo, aún dormido, esperando algo del día que acaba de comenzar. Compro el pan, mermelada, me siento a comer acompañado, o solo, qué más da. Pongo los discos de antes. Navego entre los días soñando con aquella playa de postal que alguien me recomendó, no recuerdo quién. Por las mañanas me saluda con euforia la camarera de siempre, con un gesto de resignación (queda poco por lo que luchar). Y busco ese minuto de lucidez, ese equilibrio imposible, la felicidad espontánea que nos dan las palabras, o la lluvia cuándo nos sorprende y está fría, y las gotas resbalan llenándonos de vida. Soñamos con que alguien nos diga: Quédate, pero solo nos llegan noticias de huidas, y los aviones sobrevuelan los tejados. Las noches en la que nadie nos abraza, la taza de té enfriándose, los auriculares puestos y el primer autobús del día, las veces que luchamos por algo hasta arañarnos por dentro. Y no conseguir nada a cambio. Las personas que nos contagian con su luz, los amaneceres que no son de nadie y estás perdido entre desconocidos. Sigo soñando con esa huida, con el último atisbo de esperanza, perdiendo la vista en el cielo cada vez que pasa un avión. Porque la vida no es esto, la vida debería ser encontrar(te), amarnos cada mañana, beber el café de nuestros labios, compartir los auriculares y abrazarnos en el primer autobús de la mañana, encontrarnos cada noche a propósito como sin querer, soñarnos como si fuera la primera vez. Que me niego a coger trenes por ti, porque todas las huidas llevan tu nombre y da igual lo lejos que vaya si siempre te llevo dentro de mí. Que no quiero dejarte ir, no. Pero siempre te vas. Me niego a olvidar que un día apareciste dándole la vuelta a mi mundo, y yo aún no se que hacer con tus sonrisas.
Huye conmigo, te espero donde siempre. Ya sabes el destino, ya sabes los motivos.
/Álvaro
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