Ordenando mi casa encontré varias cosas que creía olvidadas. Han aparecido cartas, canciones, libros y algunas fotos. De pronto la habitación se llenó de recuerdos que tenía guardados en una cajita, donde guardo todo lo que importa, por si alguna vez a la memoria le da por descansar y necesito volverlas a leer o escuchar. Han salido diez mil pulseras, y festivales con ellas. Aquel disco que escuchaba sin parar, una especie de enciclopedia que me recuerda a ti. También todas las cartas que alguien decidió escribir un día para mí.
Muchas veces me pregunto si al contrario será así, si alguien guarda un poco de mi en algún sitio. Y me gusta pensar que si, que hay huellas mías en otras vidas, en otros lugares. Quizás sea la edad, quizás que suena Ciencias Celestes de fondo y nos me he vuelto a encontrar. Demasiado grandes tus nueve metros habitables. El asiento de tu coche, empañando el cristal cualquier noche reversible. Y ahora estoy más lejos que nunca y no quedan días azules. Ahora que mi vida es un aeropuerto, que de nada me sirve el reloj, que la brújula no marca dirección. Ahora que confundo los aviones con estrellas fugaces, por si les da por conceder deseos también. Y qué si seguirán SPNB. Y en la terminal, el jet lag y las noches sin dormir. Siempre fuiste mi refugio para noches así.
Si no tienes plan y la vida se hace extraña, podías pasar por aquí. Quería ver si me seguías la corriente y no te ahogabas cuando necesite verte. Nunca sabrás que soy del todo dependiente. Aterriza de nuevo, que mañana quizás no nos queda tiempo. Y ahora que no me falta nada, siento que me faltas tú.
Porque si luego te vas y solo dejas el desastre, me quedo abajo en el suelo y nunca llego a alcanzarte.
/Álvaro